06/12/2016
Cómo captan los pesticidas las abejas y como detectar un envenenamiento
Existe una estrecha relación entre abejas y el entorno natural en el que viven, siendo este mismo una rica fuente de sustancias (néctar, agua, polen, propóleos, o mielatos) necesarias para la supervivencia de la colonia; esta fuerte relación resulta también beneficiosa para el ser humano el cual utiliza los productos derivados de sus trabajos.
Las pecoreadoras son las abejas que se dedican a la recolección para la colmenade estas preciosas sustancias, siendo entre un 20% o 60% de los componentes de una colmena, cumplen decenas de viajes al día visitando miles de flores y son las más expuestas a la acción de pesticidas y en particular a los insecticidas.
Las abejas pecoreadoras entran en contacto con estas sustancias ingiriendo polen, néctar y agua contaminados, inhalando el aire a través de los estigmas, también interceptando con los pelos del cuerpo las partículas en suspensión durante el vuelo; estas situaciones se verifican cuando los tratamientos se efectúan en el periodo de floración o en momentos inadecuados del día, con viento que traslada las sustancias en el ambiente silvestre o utilizando dosis demasiado elevadas de producto, todas estas situaciones pueden llevar a la muerte rápida de la abeja o a una lenta perdida de vitalidad que culminará con su muerte.
Los síntomas más evidentes después de un envenenamiento son la presencia de numerosas abejas muertas en la entrada de la colmena o abejas moribundas que presentan comportamientos anómalos, temblores, espasmos, movimientos lentos, parálisis, incapacidad al vuelo, además estando implicadas de la mayoría de las colmenas de un apiario. En el peor de los casos en el interior de la colmena se pueden encontrar crías muertas de frío o porque no han sido alimentadas debido también a la muertes de las obreras.
Además las abejas pueden entrar en contacto con sustancias pesticidas con dosis sub-letales o sea dosis muy bajas que no provocan necesariamente la muerte del insecto pero provoca muchas alteraciones que llevarán inevitablemente al debilitamiento de la colonia, como problemas en el sistema de comunicaciones y actividades sociales, pueden tener perdida de orientación, agresividad, disfunción de la memoria y del aprendizaje, reducciones en los vuelos de las pecoreadoras, problemas de desarrollo en la cría, malformaciones en los individuos adultos, disminución de la longevidad, disminución de la puesta de huevos por parte de la reina, llevando la colmena a una muerte furtiva, que se manifiesta con un progresivo despoblamiento.
Algunos de estos síntomas non son específicos y exclusivos de la acción de un envenenamiento, por esto tienen que ser considerados juntos a la evaluación del estado de la familia y del entorno ambiental, por ejemplo una familia fuerte con muchas pecoreadoras podría sufrir más las acciones de un pesticida respecto a una colonia débil, porque tendrá más individuos que entraran en contacto con las sustancias pesticidas, o la presencia de una patología en una colonia puede enmascarar la mortalidad causada del pesticida.
Las observaciones en el colmenar y del ambiente junto a pruebas de laboratorio (para detectar residuos de pesticidas, patógenos o las áreas visitadas) ayudan a evidenciar las causas de la muerte o del despoblamiento.