El doctor Ernesto Guzmán-Novoa era tan solo un adolescente oaxaqueño cuando en la escuela aprendió las primeras lecciones sobre las abejas. Le gustaba la miel, pero rápidamente le gustaron más los insectos que producían esa miel.
30 años más tarde y con las poblaciones de abejas en peligro de extinción, es la cabeza pensante del Centro de Investigación de la abeja melífera de la Universidad de Ontario.
Actualmente lidera un equipo que investiga las principales causas que empeoran la salud de las abejas y han descubierto que algunos hongos y ácaros las debilitan, así como también un tipo de pesticida llamado neoniconitoide.
Este pesticida es de reciente creación pero a su vez es el más usado en el mercado agroquímico, con unas ganancias de 200 billones de euros en 2014. Afecta a las abejas haciendo que se debilite su sistema inmune y hace que se alimenten peor.
Guzmán denuncia que las compañías agroquímicas y los granjeros convencionales acusan solamente a estos ácaros y por interés económico defienden estos pesticidas.
De momento, afirma Guzmán para Civil Eats, “tenemos partes del puzzle, pero todavía no tenemos la imagen completa de lo que causa la muerte de las abejas”.
Paso a paso, porque Guzmán ya forma parte de un panel de expertos que han hecho que la provincia de Ontario prohíba este tipo de pesticidas y obligue a los granjeros a rendir cuentas si los usan partir de 2017.
Aunque las abejas no se están extinguiendo en todos los lugares del mundo, ya lo han hecho en un tercio en Estados Unidos y Canadá y van por el mismo camino en todo el hemisferio norte y en la mayoría de países con una agricultura desarrollada.
Eso pone en riesgo la seguridad de las cosechas, ya que uno de cada tres alimentos que consumimos dependen de la polinización de estos pequeños animales. O lo que es lo mismo: más de 500 billones de euros por año.