La apicultura ha perdido criadores, es cierto. Son cada vez menos los productores dedicados a la actividad. Nada se asemeja a la cantidad de colmenas que había en los años 1990. Entre las razones, se conjugan que “es un hobby caro” y que la actividad agresiva del campo ha hecho lo suyo.
Fernando Esteban es editor de Espacio Apícola, se dedica a la apicultura desde hace años y está formado como técnico superior en Bromatología. Según su visión, el impacto del uso de fitosanitarios no ha contribuido con la actividad. “El barbecho químico, tan agresivo en la provincia, expulsó a la apicultura de esta planicie”, aseguró en términos críticos para una labor agrícola que, a su juicio, es “tóxica para la abeja y dañina para toda la cadena”.
Esteban es un apasionado y está convencido de que la apicultura es una actividad agropecuaria al servicio de la producción. “Somos elaboradores de miel, es cierto, pero la apicultura es parte de la producción, como una tecnología más”, afirmó.
En su vinculación con la agricultura extensiva, la polinización del girasol, a nivel nacional es algo que se viene incorporando desde hace poco tiempo. Ver colmenas en los lotes empieza a llamar la atención, sobre todo ahora en el comienzo de la campaña de granos gruesos, donde uno de los protagonistas es el girasol.
Pablo Cavigliasso es biólogo del grupo de gestión ambiental del Inta Marcos Juárez. En diálogo con La Voz, brindó detalles de este tipo de manejos integrados. “En lotes de girasol polinizados con abejas se ve un aumento tanto de la cantidad de semillas producidas como del peso de las 100 semillas, pero además un alto aumento en el porcentaje de producción de aceite”, afirmó el técnico, quien agregó que la mejora del contenido oleico representa un plus económico a la hora de llegar a puerto.
Cavigliasso compartió el trabajo “Efectos de la polinización por abejas en la producción de semillas en girasol híbrido” (de los autores Mehmet Oz, Abdullah Karasu, Ibrahim Cakmak, Abdurrahim Tanju Goksoyand, y Zeki Metin Turan), publicado en la revista Africana de Biotecnología con datos de ese país. El informe muestra un comparativo del cultivo con y sin polinización. Se observa que con polinizadores hay un aumento de semillas llenas por inflorescencia del 93%; un aumento del rendimiento de semillas por capítulo correspondiente a un 200%, y también un incremento en el peso de semillas en un 250%.
Otra variable evaluada es el impacto de densidad de colmena. En ese caso, “se compara lo que sucede con una colmena por acre respecto de tres colmenas por acre. En el segundo caso, se ve un 36% más de semillas por planta”, precisa el estudio.
En ese tipo de experiencias se observó “un incremento en la rentabilidad neta entre una parcela que tiene una colmena por acre, respecto de las que tienen tres colmenas por acre, y está dando un 78% de incremento neto en la rentabilidad de esos lotes”, dijo Cavigliasso.
Cavigliasso y Esteban coinciden en que la recomendación para Argentina es utilizar entre tres y cuatro colmenas por hectárea. En igual sentido, Esteban destacó que este tipo de manejo “aumenta significativamente el rendimiento de semillas”. Citó trabajos en soja que indican un aumento del 30% en rendimiento productivo gracias a la apicultura. Sin embargo, insistió en la necesidad de un accionar “no tan agresivo y más integrador”, en el que se logre sustentabilidad, diversificación productiva y mejores maneras de producir.
Abejas y girasol, una sociedad sustentable
Las abejas son claves para lograr híbridos en el girasol. Esto es así para lograr la transferencia de polen entre la flor macho y la flor hembra, según explicó Esteban. “Las abejas se introducen para eso, y es necesario contratar gente que sepa de apicultura para la floración”, recomendó.
“En la producción del girasol comercial sucede lo mismo. La incorporación de la abeja logra una mejor fecundación de todas las flores en la torta del girasol. Se lograrían más semillas y una fecundación de mejor calidad”, agregó.
La abeja realiza un trabajo fantástico porque deposita el polen en la flor y lo hace en el momento oportuno. Las flores tienen procesos hormonales durante los cuales cambia su apariencia a un color ultravioleta, percibido por la abeja para saber cuándo esa flor exuda hormonas.
“Esto es naturaleza pura, un trabajo irremplazable”, aseguró el profesional y dijo que “una buena fecundación logra no solo que la torta tenga más semillas, sino que cada semilla tenga una carga oleica más elevada”.
Otro dato por considerar es el radio de acción del apiario. Esteban explicó que “el radio de acción se estima en 500 metros; por lo tanto, en los lotes grandes, colocar colmenas solo en el perímetro no alcanza a cubrir toda la superficie; en esos casos, se ubican las colmenas en calles abiertas dentro del lote”. Además, a mayor cantidad de colmenas, mayor radio, ya que la abeja explora a alturas más elevadas su zona de alcance.
En Argentina hay más de 1.150 especies de abejas nativas, exclusivas de América y no halladas en otros lugares; y una especie de abeja melífera, introducida, que es la que usan los apicultores.
Haciendo números rápido, Cavigliasso tomó los siguientes datos: “en Argentina se producen dos millones de hectáreas de girasol. La densidad evaluada de cuatro colmenas por hectárea y la producción apícola nacional con un staff de 3,6 millones de colmenas muestran que no son suficientes para polinizar la superficie completa del cultivo”. Al mismo tiempo, hay que pensar que “no solamente se poliniza el girasol, sino arándanos, kiwi, semillas híbridas de cebolla, tomates y cada vez más cultivos. El 80% de los cultivos de importancia económica necesitan polinización”.
La apicultura depende de lograr ecosistemas habitables. Esteban sentencia que “siempre será un servicio ambiental que acompañe la recuperación ambiental, de lo contrario es un esfuerzo en vano y muy costoso”.